Déjame que dibuje círculos concéntricos en tu espalda mientras te sumerges en el mundo subconsciente. Antes de que te recojas tus cabellos y te alises la falda, antes de que cometer el mismo error que ayer pensando que esta vez será diferente el desenlace; antes de eso, déjame que te abraze y te sujete; que te ruegue «no te vayas» y realmente pospongas un minuto el error inevitable. Déjame morirme entre tus labios y luego, corre, sin saber porqué ni a donde.